jueves, 12 de junio de 2014
GABRIELA TOSCANO
EN LA PIEL DE
LOS MÁS GRANDES
Por Natalia Gauna || @NatCatPop || 10-06-2014
Fotos: China Soler || China Soler Fotografía
Macbeth, el sueño de las brujas es la versión del
director teatral, Carlos Rivas que no es un improvisado en el teatro
shakespereano. Desde 2009 y junto a la compañía de teatro El Furgor viene
explorando los modos de llevar a escena a este gran autor del teatro universal.
Uno de los más representados en el mundo y, también, de los más místicos. Sobre
él recaen toda clase de duda: si existió, si en realidad su nombre era otro o
si robó sus obras a otro autor mucho más talentoso que él mismo. Dudas que la
historia ha tratado de aclarar. Sin embargo, las leyendas entorno a este
dramaturgo nos acompañarán siempre.
Más allá de cualquier controversia, el universo del teatro
isabelino, de sus personajes y escenarios debe la vida a este autor que ha
escrito innumerables obras y de las más prestigiosas. Traición, poder, amor,
fidelidad, ambición, locura y pasión son algunos de los grandes temas que se se
mezclan en cada una de las comedias y tragedias de Shakespeare. Esa conjunción
de sentidos ha resultado revolucionaria. Una fórmula jamás igualada. Los
personajes son inmensos lo cual hace que ningún actor quiera perderse la
posibilidad de encarnarlos. Como así tampoco, la mayoría de los directores de
teatro quieren dejar de poner su impronta escénica a esa prosa y verso que
tanto magnetiza a los artistas.
Rivas tiene, una vez más, la posibilidad de concretar su
propio universo shakespereano. Esta vez con Macbeth, escrita -se cree- en 1611.
La historia es imposible sintetizar en pocas líneas pero, y a pesar de resultar
reducciones, podría decirse que problematiza la ambición desmedida del barón de
Glamis, Macbeth, y de su mujer que harán todo aquello necesario para
convertirse en reyes de Escocia aunque ello conlleve un asesinato. Rivas toma
esta tragedia y escribe su propia versión haciendo hincapié en la universalidad
-tantas veces demostrada- de las obras de Shakespeare. El espacio, tiempo
y conflicto de esta pieza son semejables a cualquier sociedad occidental en
cualquier época. En este sentido, el director apuesta a un lenguaje desazonado,
un vestuario que -salvo por los ornamentos de los reyes- construye seres
desclasados entendido en términos sociales y, también, teatrales en tanto resta
pomposidad a la puesta escénica.
Por otra parte, Rivas apuesta a cierta modernización ya que
ciertos personajes -como el de las brujas- aparecen por momentos como mujeres
que bien podrían ser contemporáneas en su aspecto y comportamiento. Esto
resulta una propuesta interesante pero que culmina por resultar inapropiada en
tanto no se sostiene con sólidas actuaciones por parte de las actrices que
interpretan estos personajes. Otra serie de mecanismos, como el uso de zapatillas,
cierra esta búsqueda de modernidad y universalidad. En tanto ese teatro, esos
actores y ese texto podría bien enmarcarse en el medioevo inglés como en la Argentina del siglo XXI.
Gabriela Toscano invita a disfrutar de un Macbeth impecable,
que se construye a medida que avanza la trama mostrando sus flaquezas, miserias
y aquello que lo hace fuerte. Muestra los hilos de ese rey que va naciendo.
Esto hace sumamente interesante la labor de esta actriz. “Se ve siempre que él
[Macbeth] es sangriento, cruel, como un estereotipo, como un cliché pero no es
así. Es un ser que tiene sus dudas…”, dice Toscano respecto de su personaje en
conversación con la revista Alrededores y agrega: “Macbeth es un personaje que
yo como actriz no me lo quería perder”.
¿Cuál es el desafío actoral de hacer este clásico?
Primero que es Shakespeare. Y después, es que hay que
poder decir todos esos textos de manera que el espectador lo pueda entender con
simpleza. Por lo menos, es la intención de la adaptación de Carlos [Rivas]. Es
un castellano bastante limpio, no es en verso, eso ya es un desafío. Siempre
hacer Shakespeare es un desafío y Macbeth es un personaje que yo como
actriz no me lo quería perder. Sean hombres o mujeres, porque hacen al
desarrollo de uno como actor. Lo que salió es como raro, me gusta.
Es un hombre más primitivo, en algunos aspectos femeninos. En cambio, Lady
Macbeth en algunos momentos es muy masculina. Incluso, cambian los roles y eso
me permite también mucha libertad y comodidad, al mismo tiempo.
Esto que decías de lo femenino y lo masculino es una
sorpresa para el público, encontrarse con una actriz interpretando Macbeth
¿Qué implica en el proceso de construir el personaje?
Yo me concentro o, por lo menos Rivas me hace indagar, en el
aspecto de lo que es un ser. Él no cree que haya un género, femenino o
masculino. No le importa eso. Quizás él vio en mi cosas que él quería contar en
esta historia. Es interesante la relación de la pareja de Macbeth y Lady
Macbeth. Se ve siempre que él es sangriento, cruel, como un estereotipo, como
un cliché pero no es así. Es un ser que tiene sus dudas en matar. Por eso, la
mujer insiste. Los dos tienen una gran ambición, casi infantil: lo quiero
ya, quiero el caramelo ya. Y, después, no saben qué hacer. Además, son muy
brutos. Eso es otra cosa que Carlos quería mostrar, la brutalidad de esos dos
seres que son muy básicos. La obra tiene que ver con cómo dos seres ambiciosos,
básicos, manejan el poder y qué podes hacer con ese poder. Además, se creen que
son personas que no son. Eso también hace al poder.
Esa infantilidad aparece en los gestos, en la mirada perdida
¿ahí hay algo de lo direccional o es la impronta del actor?
Rivas lo ha direccionado para ese lado. No es que nos haya
dicho “quiero que hagan esto” sino que, simplemente, nos hace imaginar cierto
tipo de cosas que hacen aparecer otras, como esa en la que después del
asesinato parecen dos chicos que hicieron una travesura y que les salió mal. Se
nota que querían ser reyes para la foto.
Esta búsqueda de cierta modernidad en la puesta como la
aparición de todos los personajes en zapatillas, el vestuario de las brujas,
etc. ¿Qué desafío y que riesgo te plantea como actriz?
Esta puesta cuenta una historia que es atemporal porque no
se sabe dónde está ocurriendo la obra. En un momento, perder la noción ¿es el
pasado, el presente, el futuro? Se ha trabajado mucho sobre el vestuario porque
es un vestuario cómodo. Lo de las zapatillas quedó porque en un ensayo alguien
vino a ensayar en zapatillas y empezamos a probar eso y funcionó. Las
zapatillas son como un presente que evoca un ausente. Es un desafío para el
director más que para nosotros, los actores. Él quiere que Shakespeare
vuelva a ser popular, en algún aspecto. Es como la obra que tiene más rock and
roll para Rivas porque pasa de todo. Hay amor, hay sangre. Por eso, también, la
mezcla de lenguajes. Para mí es un acierto que las brujas sean brujas y que
después vayan como mutando. Eso le da una frescura a la obra. Incluso en el
personaje de una de ellas que relata cómo están llegando a abatir a Macbeth. Es
muy claro como esa persona que es una chica de esas que adivina la palabra
resulta claro. Le da un respiro a la obra, algo fresco que desemboca en el
final.
Cuando te ofrecieron hacer este personaje ¿se interpuso
algún miedo?
Si, claro. Pensar en si podré con este ser y cómo iba a
investigar mi propia ambición porque uno tiene que investigar su propia
ambición para poder transitarla. Siempre tengo miedo antes de salir al
escenario, no es fácil. Shakespeare es como decir ¿llegaré al final? ¿Contaré
todo lo que tengo que contar?
¿Por qué Shakespeare te produce esto?
Porque es un autor muy grande. Es uno de los más
grandes que ha marcado un antes y un después. También, el compromiso que
nosotros queremos encarnarlo te da cierto cosquilleo.
Sin embargo no sos novata en Shakespeare ¿Eso no te da
cierto respaldo?
No. Siempre es algo nuevo. Cuando hicimos “Hamlet, la
metamorfosis”, Rivas quería saber cómo se hacía Shakespeare, no copiarlo o
copiar otros directores ingleses sino ver qué le pasaba a él y cómo hacerlo.
Cuando empezamos Macbeth dijo: “Yo hice Hamlet pero no sé cómo es hacer
Macbeth”
¿Cómo fue el proceso de creación de Macbeth?
Fue muy divertido porque primero nos tuvimos que imaginar a
estos guerreros, qué hacían, cómo vivían, cómo era el tema político. Además, la
obra tiene como dos planos: uno muy real y otro muy fantástico, una influencia
externa. Eso es lo que hace interesante a la obra. Tiene como una cosa de
mezclas raras y creo que sigue siendo tan actual. Por eso es una de
las obras más representadas en el mundo. La ambición, el poder y que uno no
puede salir bien parado sino manejas las cosas…
Hay un gran descubrimiento en esta puesta que es el tema del
bebé. Aparece algo que hemos desarrollado mucho y que tiene que ver como una
frase que dice ella [Lady Macbeth] “He dado el pecho y sé con cuánto amor se
quiere al niño que se amamante pero hubiese sacado los labios de la encía sin
dientes si hubiese jurado como vos lo hiciste”. Ahí descubrimos que ellos
habían tenido un hijo y, por eso, en muchos momentos de la obra no se habla de
la descendencia de él. El hijo para Lady Macbeth pasa a ser Macbeth, ella
también lo maneja como un hijo.
Es un tema que es doloroso para ellos y es tanto es así que
Macbeth ni siquiera lo puede hablar ni escuchar porque su continuidad en el
poder está como castrada. Es interesante la relación con el hijo o con la
imposibilidad de tenerlo para Macbeth. Supongo que debe ser raro no tener
descendencia, es como no dejar nada en el mundo.
¿Por qué recomendarías al público que vea la obra?
Porque estamos tratando de hacer un Shakespeare que
vuelva a ser popular. Hacemos mucho hincapié en contar la historia, que
sea clara, sencilla, que si no entiende alguna palabra lo comprenda en la
acción. Eso es un trabajo doble. Uno con la palabra y el otro con la acción. En
general, cuando se quiere contar Shakespeare se quiere contar sólo con la
palabra y él es palabra más acción. Creo que es un teatro que tiene mucha
impronta en la puesta, es dinámico y queremos dejar que a Shakespeare se lo
solemnice.
¿Crees en ese pasaje que se ha hecho de este autor, de lo
popular a un teatro más “elevado”?
Yo creo que se debe a que lo popular en esa época implicaba
ese lenguaje. Había un lenguaje para hablar y, quizás, esto se confundió en el
tiempo. Los ingleses lo representan en verso, en un lenguaje poético. Ellos
tienen una musicalidad en el idioma que nosotros no tenemos. Es diferente en el
español. Algunos hicieron más hincapié en tratar de recuperar eso y se
perdieron de la acción.
Hay que pensar también que en The Globe el escenario era muy
chico, no tenían escenografía, nada. Lo popular era eso también. Creo que
nosotros vamos para ese lado.
Ya sacándote del contexto de la obra ¿Vas al teatro? ¿Y qué
vas a ver?
Ahora no voy mucho porque no tengo mucho tiempo pero me
gusta ir. No tengo un gusto determinado. A veces, voy con amigos que
recomiendan ver tal o cual cosa pero veo de todo. Es muy difícil ser espectador
haciendo teatro.
¿Por qué?
Porque uno ve todo. Ve los hilos de todos los actores, cómo
se manejan, etc. Tiene el instrumento como de rayo láser. Yo me siento y
siempre digo lo mismo, qué me vas a contar ¿Entiendo lo que me quieren contar?
Si la historia es clara yo ya estoy satisfecha. A veces, uno va al teatro y no
se entiende nada que están contando y eso es básico: saber qué me están
contando. Supongo que eso es lo que le pasa al espectador común. Cuando no
contás la historia la mente del espectador empieza como a divagar. Es una
experiencia rara.
¿Cómo es tu relación con la crítica? ¿Qué te pasa cuando
recibís una crítica “mala” o “buena”?
Uno tiene que saber escuchar… No tomarlo como algo personal,
es un aprendizaje.Siempre querés tener una crítica buena porque en el teatro
uno se expone como ser, como persona con su instrumento, va directamente a uno.
No es que como hacer un edificio y que te lo critiquen porque el edificio ya
está hecho. Acá vos tenés que seguir haciendo las funciones. Entonces,
emocionalmente tener que estar bien parado, no confundirte. A veces, de la
crítica se pueden corregir cosas porque es lo que se vio desde afuera pero no
más de lo que uno confía en el criterio de las personas con las que
trabaja.
Macbeth, el sueño de las brujas
Versión y dirección: Carlos Rivas
Elenco: Gabriela Toscano, Vanesa González, Carlos
Rivas, Mercedes Spangenberg, Cecilia Dellatorre, Mariana
Melinc, Dalia Elnecavé, Andrés Portaluppi, Jorge Lifschitz y Bruno
Rivas.
Funciones: viernes y sábados, 20:30 hs | domingos 19:30
hs | jueves 19 de junio, 20:30 hs
Entradas $80 | Domingo (día popular) $60
Fuente: REVISTA ALREDEDORES
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