viernes, 12 de abril de 2013
“A LOS 4 AÑOS USABA
MINISHORT EN LA TELE ”
No está en pantalla pero despliega un grandioso personaje en
la obra de teatro Love, love, love. Su transformación como actriz, los elogios,
el trabajo en familia y el paso del tiempo. A los 47, cómo hace para
interpretar a una joven.
Escribe Laura Eiranova
Descomunal. Inmenso. Consagratorio. Gabriela Toscano hace
una leve mueca de pudor, pestañea, frunce la boca y, al fin, sonríe.
–Se están diciendo esas y otras palabras muy grandes sobre
tu papel en Love, love, love.
–Un poco fuerte, sí.
Los críticos teatrales fueron al diccionario de sinónimos
para encontrar adjetivos. El público, a la salida del Multiteatro, no los tiene
tan a mano. “¡Qué bien está la
Toscano !”, le grita una señora a la que lleva del brazo.
“Im-pre-sio-nan-te”, separa en sílabas la otra, mientras baja los escalones de
la sala.
–¿Te sorprenden los halagos?
–No. Porque yo vengo haciendo hace años un proceso de cambio
y de buscar personajes que me impliquen un desafío.
–¿Qué tiene este personaje de distinto a otros?
–Quizás esté mucho más relajada, pero el gran salto que me
dio estar, digamos, así es haber hecho Hamlet. Uno no puede pasar sin hacer un
gran personaje como los de Shakespeare, decir esas palabras.
Gabriela Toscano es actriz hace más de 40 años. No es un
error de cálculo. Empezó a los tiernos 4, tiene hermosos 47. Las señoras del
bracete la siguen de toda la vida. Juran que la recuerdan de chiquita en Música
en libertad, o como Iti Sabrede en Rosa de Lejos; que la aplaudieron cuando
recibió los Martín Fierro por Culpables, Para vestir santos y El puntero; que
les gustó en cine, en Las viudas de los jueves, pero que “nunca, nunca, nunca”
la habían visto tan de cerca, tan im-pre-sio-nan-te. “¿La dirige el marido, no?
¡Pero qué bien!”.
–¿Está bueno dejarse dirigir por un marido (Carlos Rivas)?
–Sí, ya hicimos muchas obras juntos: La prueba, La duda,
Hamlet; se ve que a Rivas le gustan las relaciones familiares, jaja. Es uno de
los pocos directores a los que les gusta asistir a las funciones, porque hace
una experiencia que todavía no sé lo que es, jaja, de ver cómo la obra se le va
revelando. Se mete entre medio del público y nos apoya en esa experiencia de
estar vivos, como una bandera.
–¿Después de Shakespeare no te pasó que cualquier personaje
te parece menor?
–En este caso, la complejidad de Hamlet hizo que me fuera
moldeando para hoy hacer esta Sandra, que al principio no imaginaba mucho.
Quien sí se la imaginaba y me fue metiendo en ese mundo fue Rivas. A uno, como
actor, le encanta contar historias y después vemos cómo la contamos, qué busco
en mí para hacer este pterodáctilo que es Sandra.
Sandra es el personaje central de Love, love, love junto a
Fabián Vena, dos que se conocen a los 19 años, en los revolucionarios 60, entre
sexo, drogas, paz y rock&roll; dos que después sucumben al mundo
capitalista, tienen hijos y son los hijos los que, treinta y pico de años más
tarde, les enrostran sus contradicciones, los interpelan en sus hipocresías.
Ella es, en ese arco, ciertamente un pterodáctilo, un reptil volador que arrasa
con lo que tiene enfrente. “El mundo le juega una mala pasada, pero a lo largo
de la obra la vemos sostener la ideología de la mujer libre y eso es lo que le
cuesta. Después, todo lo otro que hace es injustificable.”
–En la primera parte de la obra tenés 19 años. ¿Te costó
creértelo?
–Es una de las cosas más complicadas, hacer esa chica con
ese cuerpo y la velocidad en la que viene. Como dice mi hijo: es la convención
que hacen ustedes de los 19 años y la hacen bien. Lo bueno del teatro es que se
arma la convención, se plantea eso en el escenario y el espectador lo cree.
–Ah, tenés dos hombres en la casa opinando sobre tus
personajes. ¿Tu hijo, Bruno, también tiene buen ojo?
–Va y critica, es un buen crítico; en estos días estuvo
haciendo un reemplazo, porque a una de las chicas que dispone la escenografía
la operaron y lo mandamos a él. Había visto la obra, tiene mucha idea y nos
salvó.
–Antes les decía que si iban a hablar de teatro en el
almuerzo, se iba. ¿Ahora quiere ser actor?
–No sabemos, vamos a ver. Igual ya no hablamos tanto en
casa, sí cuando vamos a estrenar porque siempre hay mucho que corregir y eso es
divertido.
–¿Cómo eras vos a los 19?
–Era un momento de apertura en el país, veníamos de toda la
represión, había una especie de aventura, de juntarnos, de hablar, pensar qué
vamos a hacer. Anoche me junté con 11 mujeres actrices, un viejo grupo que
teníamos, “Las lolas”, que dirigía Andrea Tenuta. Estaban Carola Reyna,
Virginia Innocenti, Emilia Mazer, Andrea Bonelli, Pata Echegoyen, Cecilia Roth,
Débora Warren (y otras), hacía mucho que no nos veíamos y recordábamos que
aquella era una época de buscar qué hacer, en el arte, de buscarse uno. A uno le
costaba conseguir información, ahora hay una gran apertura: si sabés buscar y
sabés pensar y ponés la palabra precisa, seguro encontrás información
interesante; pero creo que no se puede comparar, cada uno tuvo su época y le
llegó lo que le llegó.
–Cualquier hombre hubiera huido despavorido de esa
reunión...
–Es que las mujeres somos mucho más complejas; incluso,
nuestro organismo y nuestro cerebro es más complejo, podemos hacer muchas
cosas, demasiadas. Y eso a veces nos juega en contra.
–¿Lo sufrís en lo cotidiano?
–Y… quizás me haga cargo de muchas cosas que tienen que ver
con la vida diaria. Pero se ve que nuestra naturaleza es así. En casa ahora
tenemos dos gatitos, un gato y una gata, y el otro día fui al veterinario para
darles una inyección y el gatito lloraba y ella no. Hasta en el dolor somos más
resistentes, debe ser algo compensatorio.
La primera vez que Toscano apareció en la tevé tenía 3 años.
Fue en la pantalla de Montevideo, donde nació. A los 4, cuando toda la familia
Toscano se instaló en Buenos Aires, integró Música en libertad edición
infantil, donde los nenes hacían fonomímica sobre los temas de moda. “Eran los
70, era una niña y ya usaba miniplataforma, minishort”, se acuerda. A los 9 fue
La Rotonda en
Jacinta Pichimahuida. El año pasado, la comunidad actoral homenajeó sus 44 años
de trabajo entregándole un premio Pablo Podestá en el Senado nacional. “Me
emocionó mucho, porque viene de un lugar que nuclea a los actores, a mucha
gente que conozco desde chica, y hay algo muy lindo porque veo en la mirada del
otro la niña que era y en lo que me convertí. Es como que el otro está
orgulloso de que yo me lo tomé en serio.
–¿Nunca te arrepentiste de trabajar desde tan chica?
–Se dio una cosa como de destino, si volviera a empezar no
sé, nunca tuve otro deseo.
–¿De qué se vale un chico para actuar?
–Actúa con lo que tiene, uno es un niño chico con un alma
que se está formando y actúa con eso. Hay que saber que hay que contar
historias como un cuento. Y después uno es actor como vive la vida. Yo siempre
respetaba mucho a los actores grandes, para mí era como una jerarquía, y
aprendí en bruto de ellos, están en mis células.
–En tu época no había tantos niños actores; estaban Andrea
del Boca, Marcelo Marcote, vos y no muchos más.
–Había menos chicos, y no había tanta preparación. Hoy
tienen mucha información y la actuación es mucho más relajada, orgánica,
naturalista, aunque el tono naturalista en los chicos no es muy bueno para el
desarrollo actoral, no conduce a mucho.
–No sé, como puedo.
–¿Lo sufrís?
–Por ahora no. Pasa que a veces digo “ay, quiero actuar
esto” y me pregunto “¿podré, tendré tiempo?”. Por suerte, en el teatro no hay
un tiempo tan verdadero como en la tele, que si tenés que hacer de una de 20 no
podés.
Agradecimientos: Hotel Nuss Buenos Aires Soho y Carolina
Müller.
Fuente : Revista El Guardian > Miércoles 10.04.2013 - Edición N °
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