SEGÚN PASAN LOS AÑOS
viernes, 15 de marzo de 2013
SEGÚN PASAN LOS AÑOS
Carlos Rivas dirige con gran acierto una puesta que recorre
las distintas etapas del amor con espléndidas actuaciones.
por Teresa Gatto
amor que se serena
¿termina?
¿empieza? ¿qué nueva
vejez le queda por vivir?
¿qué fulgor?
Juan Gelman
El 1° de Junio de
1967 salía a la venta Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band y Paul Mc Carthney
decía en una entrevista concedida a un programa de TV So Far Out It's Straight
Down que había que perderle el miedo a palabras como psicodelia porque éstas sonaban
a desconfianza vistas desde afuera y que todos o nadie podían ser un freak out.
De allí que historias como las de Dani y Sandra pudieran repetirse hasta el
infinito en esos años en que la rebeldía era casi una imposición de la
subsistencia.
Esta es una historia
narrada en tres etapas que son tres etapas del amor. Comienza ese año, en el
departamento de Leo, interpretado por Martín Slipak que compone a un joven que
debe ser forzosamente formal mientras su hermano Dani, en la piel de Fabián
Vena, estudiante, becado, está sumido en las delicias de la música beat y vive
la vida “rebelde”, una posible insubordinación en la Inglaterra de aquellos
años. El primer rasgo de dramaticidad, lo generará el triángulo que se desarma
fácilmente, Sandra, a cargo de Gabriela Toscano, llega con su excitación de
hierba recién fumada sobre la hierba fresca del parque y aunque ha sido arduo
para Leo conseguir esta cita, hace lo que esa chica y todas las chicas de los
60 habrían hecho, se enamora de Dani.
La segunda etapa,
muestra la adecuación a la que los adultos nos sometemos muchas veces con una
carga de frustración atroz por no haber podido sostener lo insostenible: los
afanes de la juventud. Hace tiempo casados, Sandra y Dani enfrentan una crisis
terminal en varios sentidos, porque la incomunicación reina en sus vidas,
porque hay otros triángulos menos duraderos pero implacables en términos de
gritar que el amor de los 60’
ha muerto y porque los hijos se hacen presentes y eso, lo sabemos bien,
conlleva una carga extra de conflicto. Así Rosi a cargo de Vanesa González y
Teo interpretado por Santiago Magariños, encarnan otra etapa de la vida, tal
vez más conflictiva que la juventud que sus padres dejaron detrás, son
adolescentes y atraviesan ese infiernillo y la conflictiva relación de sus
progenitores, lo que significa casi una tragedia no sólo en términos del
devenir de la obra sino también en lo que al futuro de ambos jóvenes significa.
Una última y tercera
etapa del amor, es la que nos muestra cómo todo lo no resuelto regresa para
hacer aflorar el pasado con su carga de culpas, responsabilidades y hasta con
la hilaridad que hace posible que el humor nunca se escape de esta obra.
Carlos Rivas dirige con gran acierto una obra que no tiene
tres actos, aunque el aspecto formal del apagón así lo diga. Son tres etapas
del amor porque unidos o separados, adúlteros o fieles, con sus hijos o
alejados de ellos, Sandra y Dani crecen juntos y eso, lo sabemos después,
siempre después, no siempre sale bien.
Hay una gran utilización
del dispositivo escénico elegido por Rivas así como del espacio que se las
arregla para remozarse cada vez pero siendo siempre un recipiente contenedor de
emociones, claudicaciones y dialécticas. Una casa, sencillamente, una casa es
un mundo. La de Leo, la del matrimonio y la de Dani en el final. Ese
dispositivo logra ser el moderador de los sucesos y obtiene su mayor rédito en
las espléndidas labores de Toscano y Vena que como por arte de magia y como
enormes camaleones escénicos logran transitar esas etapas del amor, dotando de
los rasgos más sutiles a sus edades. El ritmo es un sube y baja como la vida
misma, porque esta no es una obra fácil. En ella, los trazos de su joven autor
Mike Bartlett, están imponiendo todo el tiempo no un texto para decir sin más,
sino una actitud ante lo que se dice. Por eso se agradece la organicidad de los
artistas que son altamente pregnantes ya que en el transcurrir de las escenas
nos preguntamos si volveremos a ver a Leo o vivenciamos cómo propio el presente
de Rosi porque de modo muy acabado, Vanesa González, construye sus dos roles y
esa jovencita que fue se nos ha grabado.
Excelentes decisiones
en torno al diseño de vestuario de Renata Schussheim que junto a los diseños de
iluminación y escenografía de Gonzalo Córdova y Carlos Rivas respectivamente,
muestran que menos es más porque lo que se juega en escena necesita economía de
otros signos dado que todo se dirime en el texto, en las acciones que éste
dispara y en el modo de encarar el ser de los personajes.
Love, Love, Love, se da el lujo de enrostrarnos que el
futuro es el pasado, que el pasado subsiste en el presente y que no es sólo el
recuerdo borroso de un pasado que no pasó. Juntos o separados, amantes o
distantes, los que se aman una vez intensamente, siguen sintiendo para siempre
que no hay nada que no pueda hacerse, ni nadie que no pueda salvarse y que el
tiempo enseña cómo: amor, amor, amor.
Ficha Artística/Técnica:
Dramaturgia: Mike Bartlett
Adaptación, diseño de escenografía y dirección: Carlos Rivas
Intérpretes: Vanesa González, Martín Slipak, Gabriela
Toscano, Fabián Vena y Santiago Magariños
Diseño de vestuario: Renata Schussheim
Diseño de
iluminación: Gonzalo Córdova
Producción general: Nacho Laviaguerre
Funciones:
Miércoles a Viernes a
las 20:30
Sábados a las 20:00 y
22:30
Domingos a las 20:00
Multiteatro
Corrientes 1283 (mapa)
Ciudad de Buenos Aires, Argentina
Tel.: 4382-9140
Fuente_ http://puestaenescena.com.ar
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario