domingo, 11 de julio de 2010


UNITARIOS QUE YA NO SON LO QUE ERAN


La producción semanal de Pol-ka sufrió, 

en 15 años, varias transformaciones que quedan ahora 

bien expuestas en Para vestir santos

Entrelíneas / Por Pablo Sirvén 

La producción local de ficción se viene complicando de un tiempo a esta parte: al quedar relegada la cotización del dólar respecto de la inflación, los costos casi se han duplicado en estos últimos tres años y, por eso, la Argentina ha dejado de ser la plaza apetecida para que producciones extranjeras desembarcaran en nuestras tierras para hacerlas aquí (ahora prefieren ir a Colombia).

Ergo, se achican los elencos, las ficciones se vuelven más esporádicas y se apuesta más sobre seguro ya que cada capítulo de unitario cuesta 90 mil dólares, en tanto que el de una tira, unos 60 mil.

Tal vez en ninguna ficción, como en el semanal Para vestir santos , se vean las profundas transformaciones que se vienen dando en los relatos televisivos de historias con personajes, por muchas razones, no sólo económicas.

El programa donde Gabriela Toscano, Griselda Siciliani y Celeste Cid encarnan a tres hermanas recientemente huérfanas con profundos problemas afectivos y carentes de brújula que les señale el Norte de sus vidas, se inscribe en la muy estimable tradición de unitarios que Pol-ka, la productora de Adrián Suar, viene realizando desde el verano de 1996. 

* * * 

A lo largo de estas quince temporadas de apostar los martes o los miércoles a la noche, por Canal 13, a contar una historia menos obvia direccionada fundamentalmente a un público de clase media para arriba más pensante y menos predispuesto a digerir así como así burdos efectismos de folletín, han pasado algunas cuantas cosas que fueron modificando de a poco el sentido de este tipo de programas.

Hasta que en 1994 Alejandro Romay decidió programar a las 9 de la noche un telenovelón en tira diaria ( Más allá del horizonte ) rotaban cada noche por la más central franja horaria de la TV argentina distintas telecomedias y programas de humor. El menú se completaba con novelas de producción local a la tarde y varias ficciones semanales nocturnas. Ya para entonces se había perdido, desafortunadamente, la costumbre de décadas anteriores de sorprender a la audiencia de manera periódica con "especiales" (así se denominaba a las superproducciones propias que los canales hacían como para mostrar a fin de año a los demás, y a ellos mismos, que tenían, de cuando en cuando, productos ambiciosos como para enorgullecerse). 

Cuando Romay barrió con la franja rotativa de las 21, la ficción sufrió un duro golpe. En las temporadas siguientes, encima, se encogió más dramáticamente la posibilidad de producir este tipo de programas fuera del prime time .

A grosso modo se podría sintetizar lo ocurrido después consignando que Telefé se reservó un envío para la hora de la siesta, otro más para la franja vespertina y un tercero para la noche, con más o menos fluctuaciones según los avatares de cada momento . El 13 también adoptó un esquema similar aunque como, por lo general, nunca obtuvo buenos resultados con las ficciones de la primera hora de la tarde fue perdiendo la motivación para insistir y sólo procura intentos inestables en horarios vespertinos (acaba de desaparecer la tira Consentidos , de mustia repercusión, pero queda Alguien que me quiera , corrido de las 21 por Malparida ). 

Suar renovó visual y conceptualmente el formato del programa semanal cuando llegó en 1995 con Poliladron , pero fue con Verdad Consecuencia , en 1996, donde se apartó de lo previsible y corrió más riesgos al contar las historias de un grupo de amigos treintañeros dándole mayor aire a los textos. Redobló la apuesta con Vulnerables tres años después al profundizar en las problemáticas existencias de los pacientes de una terapia de grupo. Al persistir, en 2001, con Culpables (todo giraba en torno de tres parejas amigas y una mujer separada) ya se había establecido una sólida complicidad entre la productora y los televidentes de estos envíos. Casting cuidado, buenos libros, un relato visual interesante, la reconocible mano experta en la dirección de Daniel Barone y los diálogos que no sólo procuran explicar lo que acontece en superficie, sino que van más allá: juegos de miradas, cosas que no se dicen pero que se sienten y varias otras valiosas sutilezas. En 2004, Locas de amor consolidó aún más esa inusual línea televisiva al contar la compleja recuperación de tres mujeres que acababan de salir de un neuropsiquiátrico.

Entremedio el país tuvo varias muertes y resurrecciones; y la TV, su distorsionado reflejo, sufrió las mismas convulsiones: avanzó la patria chimentera; Tinelli convirtió en hegemónico su programa; se multiplicaron como peste los programas de archivo y los mediáticos se reprodujeron llevando a cuestas sus "novelitas al paso" (con relatos burdos, escatológicos y dispersos cuya azarosa continuidad está dada por su insistente recorrido por un sinfín de programas).

Pol-ka, entonces, agregó a aquellos unitarios intimistas que se paladeaban sin apuro, otro tipo de ficciones semanales más urgentes como el fantasioso Por el nombre de Dios y el politizado El hombre (ambas de 1999); más crispadas y sangrientas como Botines y Mujeres asesinas (ambas de 2005 y el último título hasta 2008 inclusive); un raro experimento de laboratorio como fue regrabar con artistas argentinos los guiones originales de Amas de casa desesperadas (2006-07), y llevar adelante una remake desangelada de El hombre que volvió de la muerte (2007). No se incluye en esta enumeración, por ser harina de otro costal, las exitosas tiras diarias que Pol-ka viene produciendo hasta el día de hoy ni la ambiciosa miniserie Vientos de agua (2005), realizada en coproducción con España y muy maltratada en la manera en que fue programada en su momento por Canal 13. 

Todo lo que se acaba de describir comenzó a influir paulatinamente sobre las apacibles aguas de los unitarios nocturnos de Pol-ka: ya en Socias (2008) y en Tratame bien (2009) los conflictos intimistas empezaron a pasar a un plano más secundario y los "acontecimientos" coparon la parada, esto dicho sin desmedro del excelente nivel de las actuaciones y de la factura general de cada ciclo que continuó siendo óptimo.

 

* * * 

Se acentúa ahora del todo esta tendencia en Para vestir santos (que escribe el autor teatral Javier Daulte) donde a Susi, Virgi y Male les pasan demasiadas cosas en superficie y pocas en profundidad. No es algo, desde luego, imputable a los actores que dan lo mejor de sí y que hacen un poco más llevaderas ciertas estridencias argumentales que persisten de capítulo a capítulo. Hay una "velocidad" en la acción que hace que las situaciones sucedan como en sketches rápidos y de alto impacto, pero que no dejan huella perdurable. Se procura reemplazar estas carencias con una mayor audacia sexual y lenguaje de mayor voltaje, con resultados a veces contraproducentes, que producen sensaciones ambiguas en los televidentes.

 

psirven@lanacion.com.ar  En Twitter: @psirven

 

Fuente:Diario La Nacion Domingo 11 de julio de 2010 

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