domingo, 14 de enero de 2007

UNA ACTRIZ SIN DUDAS




Gabriela Toscano reemplaza a Susú Pecoraro en La duda


Verónica Pagés 
Después del año intenso que implicó la grabación de la primera ("Y casi seguro única", anticipó la actriz) temporada argentina de Amas de casa desesperadas , se suponía que cada una de sus protagonistas iba a disfrutar, a rienda suelta, de unas arrolladoras vacaciones. Quizás alguna lo esté haciendo, pero no es el caso de Gabriela Toscano, que no bien dejó a su encantadora Susana Martini de lado comenzó a meterse en la piel de otra mujer, con características diametralmente opuestas.

Toscano tuvo sólo un mes para encontrarle los secretos a la Hermana Luisa, el personaje protagónico -junto con el del padre Juan, que interpreta Fabián Vena- de La duda , la pieza de John Patrick Shanley que, con dirección de Carlos Rivas, vuelve a escena esta noche, a las 21, en el teatro Liceo, donde se estrenó en julio del año pasado, pero con Susú Pecoraro a la cabeza del elenco.

Es sabido que Pecoraro no gusta de dedicarse a dos actividades al mismo tiempo, y frente a otra propuesta para esta temporada que se le hizo demasiado tentadora se alejó de La duda y en su lugar fue que empezó a sonar el nombre de Toscano. Claro, se puede decir que tenía las de ganar: está casada desde hace muchos años con el director, encabezó el reparto de la exitosa obra La prueba , que también dirigió Rivas, y conoce la pieza de cabo a rabo, incluso desde antes de que comenzaran los ensayos (prerrogativas de ser familia). Pero pese a que todo podía señalarla a ella como seguro reemplazo no dejó de sorprenderse cuando le ofrecieron hacerlo. "No sólo que no lo esperaba, sino que me asustó: es un desafío muy grande para mí hacer este papel. Nunca interpreté un personaje tan duro; esta mujer es una aplanadora, es un guardián, como una jugadora de rugby que dice «no pasarán»", explica la actriz.

Visiones

Con varios premios en el exterior y otros tantos otorgados a la versión local, La duda cuenta los desencuentros entre el cura de un colegio religioso del Bronx y la madre superiora de la institución. Con visiones muy diferentes de la vida y de lo religioso, estos dos personajes se enfrentan, sobre todo, cuando surge en ella la sospecha -que se transforma en certidumbre personal- de que el cura pudo haber abusado sexualmente de uno de los alumnos. Lo que empieza siendo una comedia que tiene hasta buenos momentos de humor va cambiando de tono para transformarse en un drama en el que el suspenso y el enigma casi policial llevan las de ganar.

"Es bárbaro lo que pasa con esta obra. El espectador va cambiando de opinión todo el tiempo en la platea, era lo que me pasaba a mí. Salís con dudas, no tenés la certeza de qué pasó realmente. Llega a tal punto esta sensación que el autor dijo que cuando la obra termine de presentarse en los Estados Unidos va a decir qué fue lo que pensó ", sigue la actriz, que ya no tendrá oportunidad de elucubrar más porque claramente tiene que tomar partido por su personaje y salir a defenderla a ultranza, y lo hace.

"Tiene un gran motivo para reaccionar como lo hace, y es resguardar la seguridad de los chicos. Es apasionante esta mujer que se enfrenta a un hombre en el ámbito de la iglesia, donde los hombres tienen el poder. Además, la obra, que cuenta muchas cosas, le permite vincularse con otras mujeres, y esas relaciones también son muy ricas. Esta Hermana Luisa se va quedando sola y aun así lucha con una convicción conmovedora", sigue.

-¿Fue difícil tener que meterse en un personaje ya armado?

-No, para nada, porque pude explorar de acuerdo con quien soy yo como actriz. De hecho eso es lo que toma Carlos de cada intérprete para trabajar, respeta cada mundo particular, y el mío es muy diferente. Por eso tuve la posibilidad de estar libre en la búsqueda del personaje, aunque lógicamente me tuve que amoldar a la puesta para no desarmar a mis compañeros.

-Pero fue un proceso diferente del habitual...

-Fue exactamente al revés de como uno prepara un personaje, porque primero se empieza con improvisaciones para poder imaginar el personaje; acá no, me estudié toda la letra y recién ahí me puse a imaginar. Todo fue raro y un poco más estresante de lo habitual, pero yo confío mucho en la mirada de Carlos y en su certeza sobre la obra, él te lleva al lugar que quiere sin que te des cuenta.

Después de un mes de trabajo a solas en el estudio de su marido, Gabriela Toscano se enfrentó recién la semana pasada con el escenario del hermoso Liceo, con el vestuario, con la escenografía y con sus compañeros de elenco. "Me abrumó el teatro, automáticamente empecé a hacer cambios. Pensé «la expresión tiene que ser más grande» y después me tranquilicé: son procesos que uno hace todo el tiempo, sólo que se olvida, cada vez es como la primera vez. Me enfrenté de nuevo con la platea y con las primeras personas que vinieron a ver un ensayo y me volvió a dar pánico, porque en el proceso creativo uno muestra quién es, algo muy íntimo."

Y si hay de algo de lo que no le gusta hablar a esta actriz es de cualquier tópico que se acerque a un plano personal, por eso ante la inofensiva pregunta de "¿cómo te repercute en lo personal el personaje?" se pone en guardia y apenas responde: "Sólo me empecé a preguntar «¿dónde está mi hijo? ¿Quiénes son sus maestros?»". Y, como la obra, Gabriela deja un final abierto a las dudas o a las certezas de cada uno.





Fuente: Diario La Nacíon Miércoles 10 de enero de 2007

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